Cada vez es más evidente que algunos componentes de los alimentos pueden ejercer funciones biológicas que van más allá de su papel establecido en el crecimiento, el desarrollo y otras actividades normales del cuerpo. Estos componentes, además de presentar propiedades nutricionales, podrían producir un efecto beneficioso sobre una o varias funciones específicas en el organismo, bien por favorecer una función (por ejemplo, ayudar a regular el tránsito gastrointestinal), bien por reducir el riesgo de padecer una determinada enfermedad (por ejemplo, disminuir el riesgo de enfermedades cardiovasculares). Surgen así los conceptos de compuesto bioactivo y de alimento funcional, este último para referirse a los alimentos que contienen compuestos biológicamente activos y, en virtud de ellos, ofrecen beneficios para la salud y reducen el riesgo de sufrir enfermedades.
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