En torno al año 1940 ya se conocían los componentes fundamentales de los átomos y, por tanto, de toda la materia conocida. Los protones y los neutrones formaban el núcleo atómico y los electrones habitaban en la nube externa. Los neutrinos todavía no se habían detectado y muchos físicos pensaban que, aunque interesantes, no eran más que una curiosidad en el mundo subatómico. Justo cuando parecía haberse llegado a una buena descripción de la materia, el estudio de los rayos cósmicos iba a conducir al descubrimiento de nuevas partículas.
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