La dirección de la política cinematográfica española tuvo como principal frente en este periodo la gestión de las relaciones comerciales con el exterior: de un lado, los nexos con Italia y Alemania; de otro, la importación del cine norteamericano. Quien controlase el timón tendría mucho que decir al respecto. Empresarios, falangistas, diplomáticos y especuladores se disputaron la primacía. El desbarajuste competencial y la guerra administrativa resultantes sentaron las bases que caracterizaron el devenir posterior de la política cinematográfica del franquismo.[2]
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