Apéndice 2. Los salones: su papel en la difusión de las nuevas ideas
«EL que no ha vivido antes de 1789 no conoce la felicidad de la vida.» Talleyrand es el autor de esta pintoresca y cínica observación, que de cualquier modo refleja el punto de vista de la clase usufructuaria del privilegio en el ancien regimen. En épocas en que la estructura social parecía perfecta, imbatible y eterna, en la cual cada quien parecía aceptar su propia suerte como un destino manifiesto, en que la sociedad aparentaba sostenerse vigorosamente en sus viejos cimientos; o el descontento popular era todavía inexpresado en voz alta, sordo o latente, el príncipe podía darse el lujo de ser amable de alguna manera, de entregarse a los irresponsables juegos del ingenio, amparar las letras y las artes, no ver más allá de sus narices y, con elegante o gracioso paternalismo, convertir su corte en una especie de fiesta permanente del placer, del lujo, del derroche. El ejemplo del monarca era imitado por los magnates y a los grandes seguían los pequeños que podían...
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