Así paga el diablo: 05
Capítulo V 05 Pág. 05 de 09 Así paga el diablo Felipe Trigo Juan pasaba días de sobresalto. Había perdido la calma y le atormentaban grandes miedos de conciencia. Cuando llevábale a Garona la firma, sentía una turbación cruel en las entrañas. Un dolor. Calambres. Porque, sin querer, la imaginación del joven rompía la armónica figura de aquel prócer, de aquel su bondadoso protector, con unos apéndices cónicos y tiernos, como los que les van apuntando a los becerros... ¡Oh, en la noble frente! Esto era de un triste cómico-trágico espantoso. Hay que saber lo que se sufre viendo caer uno de estos emblemas de ridículo sobre una persona respetable y respetada y bien querida. Por suerte, la mujer de Garona llevaba siete días ausente de Madrid. Se había marchado al siguiente de la partida de billar. A la boda de una hermana, en Huesca, según dijo. -Desde este mes -le había manifestado Garona a la entrada de Noviembre- cobrara tres mil pesetas, Juan, y...
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