Cañas y Barro: 71
none Pág. 71 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez ¡Vivir rabiando para mantener a gente de fuera! No; mientras hubiese anguilas en el lago podían las tierras cubrirse tranquilamente de juncos y aneas, con la seguridad de que no sería él quien las roturase. Mientras hablaban el barquero y Cañamel, Tonet y Neleta, sentados tras el mostrador, se miraban tranquilamente. Los parroquianos se habían habituado a verlos horas y horas con los ojos fijos, como si se devorasen; con una expresión en la mirada que no correspondía a sus palabras, muchas veces insignificantes. Las comadres que llegaban por aceite o vino permanecían inmóviles frente a ellos, con los ojos bajos y la expresión abobada, dejando que colasen las últimas gotas del embudo en la botella, mientras aguzaban el oído para coger alguna palabra de su conversación; pero ellos desafiaban este espionaje y seguían hablando,como si se encontraran en un lugar desierto. El tío Paloma, alarmado por...
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