Cañas y Barro: 86
none Pág. 86 de 158 Cañas y Barro Vicente Blasco Ibáñez Cuando Tonet se cansaba de estar en la taberna días enteros, sentado junto a Neleta, con la expresión de un gozquecillo que espera el momento propicio para sus caricias, cogía la escopeta y la perra de Cañamel y se iba a los carrizales. La escopeta del tío Paco era la mejor del Palmar: un arma de rico, que Tonet consideraba como suya, y con la que rara vez marraba el golpe. La perra era la famosa Centella, conocida en todo el lago por su olfato. No habla pieza que se le escapara, por espeso que fuera el carrizal, buceando como una nutria para sacar del fondo de los hierbajos acuáticos el pájaro herido. Cañamel afirmaba que no había dinero en el mundo para comprarle este animal; pero veía con tristeza que su Centella mostraba mayor predilección por Tonet, que la llevaba de caza todos los días, que por su antiguo amo, cubierto de pañuelos y mantas junto a la lumbre. ¡Hasta de la perra se apoderaba...
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