Caramurú: 15
Capítulo XIV 15 Pág. 15 de 20 Caramurú Alejandro Magariños Cervantes La montonera La pequeña hueste de Amaro reunida ya a su jefe, equipada y provista de armas en aquellos días, avanzaba lentamente en orden de batalla, silenciosa, imponente, resuelta como los trescientos compañeros de Leónidas, a morir peleando. El sol, próximo a hundirse en el ocaso, hacía brillar la desnuda hoja de sus corvos sables y la fulmínea punta de sus lanzas con siniestros resplandores. La confianza y decisión con que marchaban a una muerte, al parecer inevitable, despertaba en sus enemigos un sentimiento muy parecido al miedo, hijo tal vez de la admiración que les infundía a su pesar, aquel arrojo sobrehumano. El nombre de Caramurú, sin embargo, bastaba para esparcir el terror en sus filas, como el caballo del Cid para poner en vergonzosa fuga a los infieles. La multitud, previendo lo que iba a suceder, se había dispersado más rápida que una bandada de palomas, a la...
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