Doña Milagros: 06
Capítulo V 06 Pág. 06 de 20 Doña Milagros Emilia Pardo Bazán La venida al mundo de las dos encantadoras criaturitas pesó sobre mi espíritu como losa de plomo: acaso por primera vez comprendí la gravedad de la obligación en que me había puesto al decidirme a ser padre de doce hijos. En mis meditaciones solitarias y penosas; en mis horas de considerar el negro porvenir, me acusaba a mí mismo, por no acusar a las instituciones sociales. Era clarísimo que no debí haber engendrado aquellos dos vástagos más, y su existencia probaba de un modo evidente y casi afrentoso para mí que yo no tenía un adarme de juicio, de buen gusto, ni de sentido común. Cuando dos seres humanos, en todo el hervor y fuego de la edad juvenil, siendo su cómplice la naturaleza, que les brinda una primavera llena de flores y fragancias, que les canta en las espesuras el epitalamio con coros de avecillas, y les alumbra las bodas con la lámpara de plata de la luna, se dejan arrastrar...
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