Doña Milagros: 19
Capítulo XVIII 19 Pág. 19 de 20 Doña Milagros Emilia Pardo Bazán ¡Imborrable recuerdo el que me dejaste, procesión de la Soledad! Y no sólo porque en ti resucitó mi María Ramona, sino porque señalas la fecha de acontecimientos graves y temibles. Aunque recobrara la fe en doña Milagros, no por eso dejaba de ver con extrañeza que la señora no acababa de poner en la calle a Vicente. Si no supiese que con todo su almacén de peinetas y moños y su gigantesca humanidad, el comandante era otro como yo -otro marido de los que abdican y dejan que recaiga el mando en rueca-, a él acusaría por lenidad tan inconcebible. Dado que al señor de Llanes le excusaba su sumisión conyugal, la responsable era doña Milagros. ¿Cómo permitía que el asistente permaneciese en su casa ni un minuto? -Mire usté, es una tontera -respondió ella cuando la interrogué sobre el caso al otro día de la procesión de la Soledad-, pero le he cogío una miajas de respeto al...
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