Dulce sueño: 02
Capítulo II 02 Pág. 02 de 07 Dulce sueño Emilia Pardo Bazán Lina - I - ¡Como una bomba, el notición! Cuando traen el telegrama, estoy aseando mi cuartito, porque mi única sirviente apenas sabe pasar una escoba antipática, abarquillada de puro vieja. Desgarro el misterio del cierre, extraigo, y leo: «Ha fallecido repentinamente tía Catalina. Tú, instituida heredera universal. Vente. Farnesio». ¡Tía Catalina! ¡Yo su heredera única! Y ni siento vértigo, ni tampoco efusión de gratitud. Lo encuentro curioso; la extrañeza vence. ¿Por qué me instituye heredera la que en vida me pasaba una miseria de pensión, no perdonaba medio de inducirme a que fuese monja, y me tenía relegada al destierro de Alcalá de Henares? Me prometo averiguarlo, aunque sé que los muertos se llevan consigo la verdadera clave de sus actos (por lo cual me río de la historia). Mi viaje a Madrid se arregla pronto. Respondo al telegrama de Farnesio, me pongo el vestidito...
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