El cisne de Vilamorta: 21
Capítulo XX 21 Pág. 21 de 29 El cisne de Vilamorta Emilia Pardo Bazán Como se prolongaban tanto las vendimias y las faenas de elaboración en la magna bodega de Méndez, y por aquel país el que más y el que menos tiene su poquillo de Borde que vendimiar y recoger, emigraron parte de los huéspedes, deseosos de atender a sus propias viñas. El señorito de Limioso necesitaba ver en persona cómo entre oidium, mirlos, vecinos y avispas no le habían dejado un racimo para un remedio; las señoritas de Molende tenían que colgar por sus mismas manos la uva de su famoso Tostado, célebre en el país; y por razones análogas fueron despidiéndose Saturnino Agonde, el arcipreste y el cura de Naya, quedándose la corte de las Vides reducida a Carmen Agonde, dama de honor, Clodio Genday, consejero áulico, Tropiezo, médico de cámara, y Segundo, que bien podía ser el paje o trovador encargado de distraer a la castellana con sus endechas. Ardía Segundo en impaciencia...
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