El ruego
Señor, tú sabes cómo, con encendido brío,por los seres extraños mi palabra te invoca.Vengo ahora a pedirte por uno que era mío,mi vaso de frescura, el panal de mi boca, cal de mis huesos, dulce razón de la jornada,gorjeo de mi oído, ceñidor de mi veste.Me cuido hasta de aquellos en que no puse nada;¡no tengas ojos torvos si te pido por éste! Te digo que era bueno, te digo que teníael corazón entero a flor de pecho, que erasuave de índole, franco como la luz del día,henchido de milagro como la primavera. Me replicas, severo, que es de plegaria indignoel que no untó de preces sus dos labios febriles,y se fue aquella tarde sin esperar tu signo,trizándose las sienes como vasos sutiles. Pero yo, mi Señor, te arguyo que he tocado,de la misma manera que el nardo de su frente,todo su corazón dulce y atormentado¡y tenía la seda del capullo naciente! ¿Que fue cruel? ¿Olvidas, Señor que le quería?y él sabía suya la entraña que llegaba.¿Que enturbió para...
Está viendo el 22% del contenido de este artículo.
Solicite el acceso a su biblioteca para poder consultar nuestros recursos electrónicos.
Ventajas de ser usuario registrado.
Acceso sin restricciones a todo el contenido de la obra.
Sólo información contrastada de prestigiosos sellos editoriales.
Contenidos de renombrados autores y actualizaciones diarias.
La nueva plataforma del Consorcio ofrece una experiencia de búsqueda de fácil manejo y de gran usabilidad. Contiene funciones únicas que permiten navegar y realizar consultas de manera ágil y dinámica.
Convenios especiales: Enseñanza Bibliotecas públicas