Epístola mortal

“...y no hallé cosa en qué poner los ojos que no fuera el recuerdo de la muerte”. Quevedo In memoriam Leopoldo Panero Miro un retrato: todos están muertos: poetas que adoró mi adolescencia. Ojeo un álbum familiar y pasan trajes y sombras y perfumes muertos. Pienso en los míos: todos están muertos. (Desangrados de azul yacen mis sueños). El amigo y la novia ya no existen: la mano de Tomás Vargas Osorio que narraba este mundo, el otro mundo... la sonrisa de la Prima Morena que era como una flor que no termina desvanecida en alma y en aroma... Cae el Diluvio Universal del tiempo. Como una torre se derrumba todo. ...“Las torres que desprecio al aire fueron”... Voy andando entre ruinas y epitafios. Por una larga Vía de Cipreces que sombrean suspiros y sepulcros. Aquí yace mi alma de veinte años con su rosa de fuego entre los dedos. Aquí están los escombros de un ensueño. (Y, dónde están las nubes de otros días?) Aquí yace una tarde conocida. Y una rosa...

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