IV. Una pintura diferente o la pasión del claroscuro
Paseo por el mundo de los sueños En uno de sus cuadros de juventud encontró Leonardo da Vinci una ocasión propicia para que se manifestase el «hombre primitivo» que había en él. Sin negar la importancia de los seres humanos, coloca en el centro mismo del cuadro un gato que se convierte en símbolo de misteriosos instintos. Está sostenido por la Virgen y el Niño Jesús, y se aferra con sus garras a las manos del Niño. El gato es un símbolo ancestral de peligro mezclado de atracción. Está tratado por Leonardo con tintas casi planas, o sea con un tono uniforme, sin claroscuro, a diferencia del resto de la obra. El tema recuerda vagamente alguno de Gauguin, tal como El espíritu de los muertos vela, donde un ser de ojos felinos vigila en la oscuridad. Leonardo ha sabido darse cuenta de que un símbolo puro no debe ser representado de una forma demasiado corpórea sino parecida a las imágenes de los sueños.
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