La Barraca : 7

La barraca : VII de Vicente Blasco Ibáñez Triste y ceñudo, como si fuese a un entierro, emprendió Batiste el camino de Valencia un jueves por la mañana. Era día de mercado de animales en el cauce del río, y llevaba en la faja, como una gruesa protuberancia, el saquito de arpillera con el resto de sus ahorros. Llovían desgracias sobre la barraca. Sólo faltaba que se derrumbase su techumbre encima de ellos, aplastándolos a todos... ¡Qué gente! ¡Dónde se había metido!... El chiquitín, cada vez peor, temblando de fiebre en los brazos de su madre, que lloraba a todas horas, y visitado dos veces al día por el médico. En resumen: una enfermedad que iba a costarle doce o quince duros: ¡como quien dice nada! El mayor, Batistet, apenas si podía ir más allá de sus campos. Aún tenía la cabeza envuelta en trapos y la cara cruzada de chirlos, luego del descomunal combate que una mañana sostuvo en el camino con otros de su edad que iban, como él, a recoger...

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