La entretenida: 029
Jornada I 029 Pág. 029 de 107 La entretenida Jornada I Miguel de Cervantes TORRENTE Digo que el señor don Silvestre de Almendárez no pudo más. El caso fue forzoso, 830 y la borrasca tal, que nos convino alijar el navío, y echar cuanto en su anchísimo vientre recogía al mar, que se sorbió como dos huevos catorce mil tejuelos de oro puro. 835 Al cielo las promesas y oraciones volaban más espesas que las nubes, que la cara del sol cubrían entonces; entre las cuales oraciones, una envió don Silvestre al sumo alcázar 840 con tan vivos y tiernos sentimientos, que penetró los cascos de los cielos. Conteníase en ella que de Roma aquello que se llama Siete Iglesias andaría descalzo peregrino, 845 si Dios de aquel peligro le sacaba. Añadió a su promesa mi persona; añadidura inútil, aunque buena en parte, pues que soy su amparo y báculo. En fin: salimos mondos y desnudos 850 a tierra, ni sé adónde, ni sé cómo, habiéndose...
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