La fontana de oro : 12
La fontana de oro Capítulo XI La tragedia de los Gracos de Benito Pérez Galdós Luego que sintieron alejarse a sus perseguidores, los amigos subieron. Allí vivía el poeta clásico. «¿Tienes qué cenar?» le preguntó el Doctrino. -Un magnífico festín -contestó el poeta-. Un cuarterón de queso manchego y una botella de Cariñena. Mandaremos por unos buñuelos a la taberna de la esquina. Lázaro tenía un hambre espantosa. Desde de las nueve de la mañana no había probado cosa ninguna, y el cansancio del camino, los esfuerzos mentales y la gran fatiga moral de aquella noche le habían rendido hasta el punto de que no podía tenerse. Subió con los demás, sin fuerzas para emprender a aquella hora el viaje a casa de su tío. La comitiva, guiada por el poeta clásico, se internó en la escalera. No hay viaje al polo Norte que ofrezca más peligros que una escalera angosta de casa madrileña cuando la obscuridad más completa reina en ella. Comenzáis dando tumbos...
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