La fontana de oro : 39
La fontana de oro Capítulo XXXVIII Continuación del «via-crucis» de Benito Pérez Galdós Parecía el clérigo hombre pequeño, a juzgar por su vestido, que era muy raído y verdinegro. Era él de edad madura, y a juzgar por su pronunciada y redonda panza, parecía hombre que no se daba mala vida. Tenía la cara redonda y amoratada, con dos ojillos muy vivos y una nariz que parecía haber servido de modelo a la Naturaleza para la creación de las patatas. No puede decirse que su fisonomía fuera antipática: sonreía con bondad, y, sobre todo, había en sus ojuelos cierta gracia y una volubilidad amable. Cuando vio a Clara y oyó la pregunta que esta le hizo con el mayor respeto, guardó el rosario, se ladeó el sombrero (porque era este tan grande, que tapaba con él a cuantos se le ponían delante), y dijo: «¿La calle del Humilladero? Sí, hija mía, sí: sé dónde está, sí; pero es muy lejos. No podrá usted ir sola; se perderá usted, hija mía. Venga usted, y...
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