La lucha por la vida I: 025
none Pág. 025 de 97 La lucha por la vida I Segunda parte Pío Baroja De cuando en cuando, como un suave rayo de sol en la umbría, penetraba en el alma de aquellos hombres entontecidos y bestiales, de aquellas mujeres agriadas por la vida áspera y sin consuelo ni ilusión, un sentimiento romántico, de desinterés, de ternura, que les hacía vivir humanamente; y cuando pasaba la racha de sentimentalismo, volvían otra vez a su inercia moral, resignada y pasiva. Los vecinos constantes del Corralón se contaban entre los del primer patio. En el otro, la mayoría ambulantes, pasaban en la casa, a lo más, un par de semanas, y luego, como se decía allí, ahuecaban el ala. Un día se presentaba un lañador con su gran zurrón, su berbiquí y sus alicates, que gritaba por las calles, con voz bronca: «¡A componer tinajas y artesones..., barreños, platos y fuentes!», y después de pasar una corta temporada se largaba; a la semana siguiente aparecía un vendedor de telas...
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