La lucha por la vida III: 034
none Pág. 034 de 127 La lucha por la vida III Primera parte Pío Baroja Los sábados invariablemente, por las mañanas, debajo del balcón en donde trabajaba la Salvadora, solía ponerse un ciego a cantar, acompañándose de una guitarra de son cascado, canciones antiguas. Era un ciego bien vestido, con gabán y sombrero hongo, que llevaba un perrillo blanco como guía. Solía cantar con muy poca voz, pero afinando siempre, aquella habanera de Una vieja: «¡Ay, mamá, qué noche aquella...!», y algunas otras romanzas sentimentales. Manuel llamaba al ciego el Romántico, y por este nombre le conocían en la casa; la Salvadora solía echarle todos los sábados diez céntimos desde el balcón. Por las tardes, Manuel, desde el comedor, oía a las discípulas de la Salvadora cuando entraban. Notaba sus conversaciones en el portal, el crujido de los peldaños viejos de la escalera; luego sentía el beso que daban a la maestra, el ruido de la máquina, el chasquido de los...
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