Oro
Toña abrió la puerta de la cocina y entraron a un tiempo la tarde dorada, la lluvia en sordina y el aroma del pato en salsa de mango y tejocote. Las primas memoriosas se quedaron con la boca abierta y los brazos en alto. Martín echó hacia atrás el copete rubio y se volvió a vernos, divertido con el asombro que cada quien iba poniendo. —Parece de oro —exclamó Fermín, arrodillado en la silla para vigilar cómo la tía Celia cubría el muslo en turno con la bendición de la salsa. —Hoy todo es de oro —dijo la Beba mientras se servía tepache, desde muy alto para que espumara. —Házmela buena —gruñó el Nene, que andaba urgido de fondos. Toña apareció de nuevo, con la ensalada de yemas. La tía Martucha le abrió espacio en la mesa y la aderezó con aceite y azafrán. Antes de servirle a Fermín, rebañó la vertedera con un pedacito de pan. —Volvió a subir... el oro —informó Celia, que es contadora, con un trocito de tejocote ensartado en el...
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