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Corregido impregnando toda la atmósfera de la plaza; el enemigo avanzaba rápido y hasta se dejaba ver en ella, y D. Apolinar y los suyos eran notoriamente el blanco de la saña del invasor: el terreno se hundia bajo sus pies, y en todas partes estaban estorbando. Como á los cómicos viejos que hacen papeles de galán, se les toleraba a veces en obsequio á lo que hablan sido, pero léjos de escitar el entusiasmo sus esfuerzos, inspiraban compasión. Sus trajes, sus costumbres, su estilo, todo en ellos empezaba á ser raro y y el pueblo mismo, tan fiel hasta entónces á las exigencias del carácter de los viejos señores, ocultaba sus ruinas, lavaba su cara, ensanchaba sus calles y se entregaba alegre y ufano al intruso. Decididamente no era la generación de D. Apolinar, por otra parte encanecida y achacosa, la que habia de luchar contra aquel torbellino, ni de soportar siquiera su vertiginoso empuje, sin perecer en él. De aquí la ansiedad con que Regatera recibió á su...
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