Primer canto
El Mensajero Ha de venir, y nacerá mañana. Parto de soledad le dará vida, sin hembra, ni serpiente, ni manzana. Beberá leche y miel —virtud fundida en gracia— para dar música al viento y acosar al dragón en su guarida. Hierbas del campo le darán sustento —dulce filtro de amor para la entraña, jugo de acíbar para el pensamiento—. Oirá su propia voz en la montaña antes que asombre piélago y llanura con palabra profética y extraña. Pasará la niñez alegre y dura: jugará con el cisne y con la fiera en retozo de sangre y de blancura. Se bañará de sol en primavera, de aliento de huracanes en el monte, y de efluvios a ras de la pradera. Desnudo irá, para que el cuerpo afronte fuego y escarcha, mientras tiende mudo los ojos al azul del horizonte. Su espíritu también irá desnudo para que contra el mal y la mentira la propia desnudez sirva de escudo. Sabrá cantar. Le prestarán su lira mares y selvas, y será su canto voz de perdón o sacrosanta...
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