Rojo y negro: Capítulo IX
Rojo y negro de Stendhal Una velada en el campo La Didon de M. Guérin, esquisse charmante. STROMBEK Al día siguiente, cuando encontró a la señora de Rênal, la miraba de una manera extraña mejor dicho, la observaba como se observa al enemigo con quien es preciso medir sus fuerzas. Aquellas miradas, tan diferentes de las de la víspera, dieron al traste con la tranquilidad de la señora de Rênal. Decíase ésta que siempre había sido buena con Julián, no obstante lo cual, parecía que éste estaba enfadado. Érale imposible separar sus miradas de las del preceptor de sus hijos. Gracias a la presencia de la señora Derville, pudo Julián hablar menos y ocuparse más en los pensamientos y proyectos que encerraba su cabeza. Aquel día no hizo otra cosa que fortificarse con la lectura del libro inspirado en cuyas páginas temblaba su alma. Abrevió considerablemente las lecciones de los niños, y cuando la señora de Rênal vino a recordarle con su presencia el deber...
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