Rojo y negro: Capítulo LXVI
Rojo y negro de Stendhal Detalles Tristes No esperéis de mí muestras de debilidad: me he vengado. Merezco la muerte y aquí me tenéis. ¡Rogad por mi alma! SCHILLER Julián quedó inmóvil; no veía. Cuando volvió poco en sí, vio que los fieles huían en tropel del templo: hasta el sacerdote que celebraba la misa había abandonado el altar. Julián siguió con paso lento a las mujeres que corrían lanzando gritos. Hubo una que, en su carrera alocada, tropezó con él y le derribó. Al levantarse, una mano le aferró por el cuello: era un gendarme, Instintivamente llevó la mano a las pistolas de bolsillo, pero un segundo gendarme le sujetó los brazos. Fue conducido a la cárcel, donde le dejaron solo después de esposarle. Oyó que cerraban la puerta. Con tal rapidez se sucedieron los sucesos, que ni cuenta pudo darse de ellos. -¡Ahora sí que ha terminado todo!- se dijo Julián, cuando su mente pudo hilvanar un pensamiento-. Dentro de quince días a la guillotina... si...
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