Rojo y negro: Capítulo LXX
Rojo y negro de Stendhal La tranquilidad Porque entonces era yo un loco, hoy soy cuerdo. ¡Oh filósofo, que no sabes ver más que aquello que de momento hiere tu retina, cuán limitado es tu vista! ¡Tu facultad de ver no puede seguir el trabajo subterráneo de las pasiones! GOETHE Puso fin a la conversación un interrogatorio seguido de una conferencia con el abogado defensor. Eran estos los únicos momentos verdaderamente desagradables del reo, que vivía una vida de incuria y de tiernos ensueños. -Asesinato con premeditación, alevosía y desprecio del sexo- repitió Julián al juez y al defensor-. Lo siento, señores- añadió riendolas circunstancias que en mi crimen concurren reducen su labor a bien poca cosa. Cuando Julián se vio libre de la presencia de aquellos hombres, monologó de esta suerte: -Necesito ser valiente, más valiente que esos dos hombres. Para ellos, el mayor de los males, el rey de las desgracias, es este duelo de desenlace desdichado, del cual no...
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