Rojo y negro: Capítulo LXXIII
Rojo y negro de Stendhal Lágrimas abundantes, que caían sobre sus manos, le despertaron una hora después de haberse dormido profundamente. -¡Otra vez Matilde!- pensó con disgusto-. Fiel a la consigna, vuelve armada de sentimientos de ternura para atacar mi resolución. Temiendo la perspectiva de nuevas escenas del género patético, no quiso abrir los ojos. Su memoria le recordó los versos de Belphegor huyendo de su mujer... Pero oyó un suspiro especial, y abrió los ojos: la que le regaba con sus lágrimas era la señora de Rênal. -¡Ah!- gritó, levantándose y cayendo de rodillas-. ¿Eres tú o una visión de mis sentidos? ¿Te vuelvo a ver antes de morir?...¡Pero perdón, señora! ¡Soy un asesino! -Vengo a suplicar a usted que apele... me han dicho que se niega...- contestó la señora de Rênal con voz entrecortada. Los sollozos la ahogaban. -¡Tenga usted la dignación de perdonarme...! -Si quieres que te perdone- respondió la señora, arrojándose en sus brazos-,...
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