Rojo y negro: Capítulo LXXV
Rojo y negro de Stendhal -No quiero molestar al pobre Chas-Bernard, llamándole para que me confiese-dijo Julián a Fouqué-; pero procura buscarme a cualquier otro confesor, que sea amigo del señor Pirard. Fouqué se apresuró a cumplir el encargo. Confesó Julián, destruyendo la mala impresión producida en Besançon con su anterior impenitencia, pero sin conseguir recobrar la solidez de su razón, más y más debilitada, a medida que pasaban los días por efecto de su aislamiento y la proximidad de su ejecución. Aún pudo saborear la dicha de abrazar de nuevo a la señora de Rênal. -Vengo a tu lado- dijo ésta-. Me he escapado de Verrières. Julián, sin acordarse de su amor propio, confesó a la mujer amada todas sus debilidades y cobardías. La señora de Rênal, a fuerza de derramar oro, y usando y abusando de la influencia de su tía, dama rica, célebre y devota, recabó autorización para visitar al reo dos veces cada día. Esta circunstancia exacerbó hasta lo...
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