Rojo y negro: Capítulo XLI
Rojo y negro de Stendhal El Imperio de una doncella Admiro su belleza, pero temo su talento. MERIMÉE Si Julián hubiese empleado en examinar lo que en el salón ocurría la mitad del tiempo que consagraba a exagerar la hermosura de Matilde o a enfurruñarse contra la altivez natural de su familia, que por él olvidaba aquella, habría adivinado en qué consistía su imperio sobre todo lo que la rodeaba. Quien tenía la desgracia de desagradar a la señorita de la Mole, sufría irremisiblemente el castigo de su osadía, castigo que recibía en forma de frase mortificante muy mesurada, muy escogida, muy arreglada, en apariencia, a las conveniencias, pero lanzada con arte tal que el escozor de la herida que producía aumentaba por momentos a medida que se reflexionaba sobre su alcance. Poco a poco llegó a ser atroz para el amor propio ofendido. Como quiera que ella no concedía la menor importancia a muchas cosas que eran objeto de serios anhelos del resto de la familia, a los...
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