Rojo y negro: Capítulo XLIV
Rojo y negro de Stendhal Pensamientos de una doncella ¡Cuántas perplejidades! ¡Cuántas noches pasadas sin conciliar el sueño! ¡Dios mío...! ¡Conseguiré hacerme despreciable... hasta él me despreciará! ¡Pero él se va, se aleja! ALFREDO DE MUSSET No escribió Matilde la carta sin reñir antes furiosos combates con su altivez. Era natural. Su amor, cuyos comienzos ni ella misma sabía de cuándo databan, dominó muy en breve su orgullo, única pasión que hasta entonces reinó en su corazón. El sentimiento del amor avasalló su alma altiva y fría, pero si dominó su orgullo, no borró ni mucho menos la costumbre de tenerlo. Fueron precisos dos meses de rudos combates interiores y de sensaciones nuevas para operar su transformación moral completa. En su amor creía Matilde ver la dicha, pero semejante perspectiva aunque es omnipotente en las almas valerosas, en las personas dotadas de un espíritu superior, hubo de luchar durante mucho tiempo contra la conciencia...
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