Rojo y negro: Capítulo XLVIII
Rojo y negro de Stendhal Momentos crueles ¡Y me lo confiesa ella misma! ¡Detalla hasta las circunstancias más triviales! ¡Sus hermosos ojos, clavados en los míos, reflejan el amor que siente hacia otro! SCHILLER El entusiasmo de la señorita de la Mole rayaba en lo inverosímil, su alegría era delirante. Ni podía pensar en otra cosa que en la dicha de haberse visto en peligro de morir a manos de Julián. -Digno es de ser mi dueño quien estuvo a punto de matarme- se repetía con transporte-. ¿Cuántas almas de los jóvenes de la alta sociedad habría necesidad de soldar para obtener semejante impulso de pasión? Preciso es confesar que estaba arrebatador cuando subió sobre la silla, para volver a colocar la espada en su puesto. En realidad, no fui tan loca como parece cuando le amé y me entregué a él. Si en aquellos instantes hubiese hallado algún medio decoroso de reanudar sus relaciones, bien cierto es que lo habría aprovechado con placer. Por desgracia,...
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