Rojo y negro: Capítulo XXII
Rojo y negro de Stendhal Costumbres del año 1830 La palabra ha sido concedida al hombre para que éste disfrace con ella su pensamiento. R. P. MALAGRIDA Julián, apenas llegado a Verrières, se reconvino por no haber hecho justicia a la señora de Rênal. -Me hubiese parecido, mujerzuela despreciable si, por debilidad, hubiera resultado vencida en el duelo sostenido con su marido- se dijo-. Da ella pruebas de diplomacia sutil, y yo, necio de mí, simpatizo con el vencido, que es mi enemigo. Hay en mí fuerte dosis de pequeñez, siento lastimada mi vanidad, porque el señor Rênal es un hombre, y como tal, figura en la ilustre y vasta corporación a la que tengo el honor de pertenecer. En una palabra: soy un necio. El buen cura Chélan había rehusado la casa que los liberales más caracterizados de la ciudad le ofrecieron cuando su destitución le obligó a dejar la que como párroco ocupara durante tantos años. Sus libros llenaban las dos habitaciones principales de la que...
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