Rojo y negro: Capítulo XXV
Rojo y negro de Stendhal El seminario Trescientas treinta y seis comidas a 85 céntimos una, trescientas treinta y seis cenas a 38 céntimos una, y chocolate a los que tengan derecho; ¿qué ganancia puede dejar la contrata? EL VALENOD de Besançon Desde lejos vio Julián la cruz de hierro dorado que se elevaba sobre la puerta. Su paso se hizo tardo, sus piernas temblaban, se negaban a sostenerle. Como quien se encuentra en la entrada del infierno, cuyas puertas, una vez rebasadas, no le serán franqueadas nunca más, se decidió a llamar. Resonó la campana, y al cabo de unos diez minutos, abrió la puerta un hombre pálido, vestido de negro. Julián le miró, pero inmediatamente bajó los ojos. La fisonomía del portero era de las que llaman la atención. Sus pupilas, salientes y verdes, eran redondas como las de los gatos; sus párpados, de contornos inmóviles, anunciaban la ausencia, más que ausencia, la imposibilidad de sentir simpatías, y sus labios delgados se...
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