Rojo y negro: Capítulo XXXVI
Rojo y negro de Stendhal Manera de pronunciar Si alguna vez merece disculpa la fatuidad, es en la primera juventud, porque entonces es la exageración de alguna prenda estimable. ¡Pero la fatuidad con la importancia! ¡La fatuidad con la gravedad y la suficiencia! ¡Al siglo XIX estaba reservado este exceso de estupidez! ¡Y las gentes atacadas de esta dolencia son las que pretenden encadenar la hidra de la revolución! LE JOHANNISBERG Gracias a que, en su altanería, Julián jamás preguntaba a nadie, se libró de cometer grandes torpezas. Un día, obligado por un chaparrón repentino a entrar en un café de la calle Saint-Honoré, fue protagonista de un incidente altamente desagradable. Un hombre alto, reparando en su mirada sombría, le miró a su vez exactamente lo mismo que en otro tiempo le mirara en Besançon el amante de Amanda. Julián se había echado en cara con demasiada frecuencia el no haber vengado aquel insulto, para tolerar pacientemente la mirada...
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