San Martín de las hormigas
Martín nació en Sebaria, población de Panonia, y creció en Pavía, donde su padre era tribuno. Cuando tenía quince años, ingresó al ejército imperial. Un día de invierno, a las puertas de Amiens, vio a un hombre casi desnudo pidiendo limosna. Sacó la espada, cortó en dos su capa y le entregó la mitad. Esa noche se le apareció Cristo. Martín, que tenía dieciocho años, se hizo bautizar. Para mostrar al emperador Juliano que no dejaba la milicia por cobardía, en las Galias Martín se enfrentó a los bárbaros sin más protección que una cruz. San Hilario, obispo de Poitiers, lo ordenó de acólito. En los Alpes unos ladrones lo asaltaron y estuvieron a punto de degollarlo; finalmente lo dejaron atado, bajo la custodia de uno de ellos. El santo lo convirtió. En cierta ocasión, Martín resucitó a un muchacho que había muerto sin haber sido bautizado, y también a un hombre que había sido ahorcado. Tantas veces desbarató a los demonios que nadie podría llevarles...
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