Sancho Saldaña: 31
Capítulo XXXI 31 Pág. 31 de 49 Sancho Saldaña José de Espronceda El ominoso Marte, que preside a la sangrienta lid con ceño airado, la frente de laureles va ciñendo al que vuela sañudo los campos de cadáveres cubriendo. Impune hiere el bárbaro asesino y tranquilo se goza en sangre humana retiñendo el puñal de muertes lleno, y asesinando vive alumbrándole el sol que alumbra al bueno. JUAN BAUTISTA ALONSO, A la muerte de una niña. «¡Al arma, al arma!», resonaba el campo de los partidarios al romper el día, y al espantoso estrépito de sus instrumentos guerreros correspondían con no menos estruendo los de un numeroso ejército que, marchando hacia ellos, como a tres tiros de flecha se descubría. Pero bien pronto hizo alto, y varios cuerpos de caballería, armada ligeramente, salieron de entrambas alas a campear, mientras los contrarios del rey se presentaron en batalla con bastante serenidad e imponente aspecto, poniendo en las primeras...
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