Veinte años después: LXXX. Los embajadores
Veinte años después: LXXX. Los embajadores de Alejandro Dumas Sin pérdida de tiempo se pusieron en camino los dos camaradas, bajando por la rápida pendiente del arrabal; pero al llegar a su extremidad vieron con gran sorpresa que las calles de París estaban convertidas en ríos y las plazas en lagos: a consecuencia de las copiosas lluvias del mes de enero, se había salido de madre el Sena, inundando la mitad de la capital. Athos y Aramis arrostraron valerosamente la inundación con sus caballos; pero pronto llegó el agua al pecho de los pobres animales, y los dos caballeros se vieron precisados a abandonarlos y tomar una barca, lo que hicieron previniendo a los lacayos que fueran a esperarlos al mercado. Llegaron embarcados al Louvre. Había cerrado la noche, y París, visto a la luz de algunos débiles faroles que se movían sobre el agua, con sus lanchas cargadas de patrullas de bruñidas armas, con las voces de alerta que se daban los centinelas, ofrecía un espectáculo...
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