Veinte años después: LXXXIX. Los calabozos subterráneos de Mazarino
Veinte años después: Capítulo LXXXIX. Los calabozos subterráneos de Mazarino de Alejandro Dumas Los dos improvisados suizos siguieron al ayuda de cámara, el cual abrió primero la puerta del vestíbulo y luego otra que parecía ser de un recibimiento, y les dijo, enseñándoles dos taburetes: ––La consigna es muy sencilla: no permitir que pase aquí más que una sola persona, ¿entendéis?, nadie más; a esa persona la obedeceréis en todo y por todo. En cuanto al relevo, el mejor modo de que no os equivoquéis, será aguardar a que yo venga. El ayuda de cámara, que no era otro que Bernouin, conocía mucho a Artagnan, por haberle introducido más de diez veces a presencia del cardenal en el espacio de seis u ocho meses. En vez de responder, se redujo por lo tanto el mosquetero a murmurar el is menos gascón y más alemán que le fue posible. Respecto a Porthos, Artagnan había exigido de él la promesa de que no hablara por ningún pretexto. Si le acosaban mucho, sólo...
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