Venganza Moruna: 5
none Pág. 5 de 5 Venganza Moruna Vicente Blasco Ibáñez Ella y su madre habían muerto al pobre Pepet. Todo el mundo lo sabía; le habían consumido con malas bebidas... Y si él la escuchaba ahora, sería capaz de embrujarle también. Pero no; él no caería como el tonto de su hermano. Y para probar su firmeza de hiena, sin otro amor que el de la sangre, cogió con sus manos huesosas la cara de Marieta, la levantó para verla de más cerca, contemplando sin emoción las pálidas mejillas, los ojos negros y ardientes que brillaban tras las lágrimas. -¡Bruixa..., envenenadora! Pequeñín y miserable en apariencia, abatió de un empujón a la buena moza; hizo caer de rodillas aquella soberbia máquina de dura carne, y, retrocediendo, buscó algo en su faja. Marieta estaba anonadada. Nadie en el camino. A lo lejos, los mismos gritos, el mismo chirriar de ruedas; cantaban las ranas en una charca inmediata; en los ribazos alborotaban los grillos, y un perro aullaba...
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