VI. De Canciller a Fuhrer

Introducción

El mariscal Hindenburg, franqueado por Hitler y Goering,

HITLER había llegado al poder gracias a las intrigas; gracias al apoyo que encontró en quienes tantas veces habían sido blanco de sus furiosos ataques; gracias a la enorme torpeza y escasa visión de sus enemigos políticos y gracias a la situación caótica de Alemania de la que supo sacar buen provecho en beneficio propio. Indudablemente, los mayores responsables fueron los gobernantes del momento, las derechas alemanas que, además de no haber conseguido formar un bloque con los demás partidos en defensa de la República, dieron a Hitler el mando de un Gobierno asociándose con él, cometiendo un craso error de imprevisión al esperar que iban a encontrar en el líder nazi una marioneta cuyos hilos ellos se encargarían de mover y confiando en que podrían domesticar y frenar a su partido en cuanto perteneciese al Gobierno. Así lo creían todos basándose en las condiciones aceptadas por Hitler, y así lo aseguraba Von Papen, convencido de que el poder estaba en sus manos. A este convencimiento le llevaba el ser el depositario de la confianza del presidente, el ostentar la Presidencia de Prusia, a la par que el control de la Administración y la Policía, lo que equivalía a decir el puesto clave del Ministerio, y el estar en posesión del derecho a asistir a cuantas reuniones se celebrasen con objeto de que el canciller informase al presidente. Además, los nazis no ocuparon más que tres puestos de los 11 del Gabinete: el del Ministerio del Interior y un Ministerio sin cartera, ambos asumidos por Goering. En todo esto se basaba Von Papen para creer que tenía la sartén por el mango, y todos estos argumentos fueron los que utilizó para vencer la resistencia que Hindenburg oponía al nombramiento de Hitler. Este jugó con la legalidad a unos niveles mucho más elevados cuando se encontró dentro del Gobierno, con la convicción absoluta de que para que una revolución llegase a buen término debía hacerse desde dentro y no desde fuera. Con la ley de su parte se sentía mucho más seguro.

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