VII. La caída de la manzana
Sobre la espalda de gigantes En Mecánica y Astronomía, los trabajos de Copérnico, Galileo y Kepler han revolucionado ya la forma de pensar de mucha gente. Pero otros aún no pueden concebir que la Tierra haya de girar en torno al Sol como un vulgar planeta. Son estos jóvenes revoltosos que se reúnen para tratar de cuestiones científicas quienes más se han afianzado en las nuevas ideas. Las respetables instituciones aún están seguras de que Dios no puede haber colocado a los mortales en situación tan prosaica. El descubrimiento de Galileo sobre el movimiento de los cuerpos y sobre la gravedad de la Tierra puede ser interpretado como un agravio a la incuestionable autoridad de Aristóteles: si soltamos dos objetos de distinto peso desde una torre, el común de los mortales seguía pensando que llegaba primero el de más peso. La «abstracción» de los aristotélicos les eximía de la obligación de bajar a comprobarlo.
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