X. El legado de Lutero

El mensaje doctrinal de Lutero

Esta presentación del hombre Lutero tal cual fue, nos permite penetrar en su mensaje o legado al mundo. En el Reformador encontramos una evolución lenta, circular, en su doctrina. Y también un proceso de evolución que le permite fijar con más precisión sus primeras intuiciones. Si es cierto que repite constantemente tres o cuatro ideas fundamentales, no es menos cierto que está preocupado a lo largo de toda su vida por encontrar la fórmula definitiva de las mismas. La cátedra, la predicación, las visitas, la correspondencia, los textos de catecismo no hacen más que expresar con formas nuevas su pensamiento inicial. Desde la Confesión de Augsburgo (1530) a los artículos de Smalcalda (1537) en que Lutero entrega a los príncipes confederados las tesis de su doctrina que han de presentar ante Roma, observamos una evolución y precisión notables.

Portada de la carta-libro de Lutero que lleva por título: A la nobleza cristiana de la nación alemana sobre la mejora del estado de cristiandad (1520).

¿Qué es lo que nos ha enseñado Lutero? Sin ser exhaustivos y sin llegar a una enumeración total de sus tesis en el aspecto teológico y disciplinar, Lutero cree encontrar en el Evangelio de Jesucristo la única y definitiva salvación para el hombre. Partiendo de la fe común transmitida por los Apóstoles en el Credo, se fija en la función mediadora de Cristo. «El artículo primero y capital es que Jesucristo, nuestro Dios y Señor, murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. El sólo es el cordero de Dios que porta sobre sí el pecado del mundo. Todos somos pecadores y nos justificamos sin ningún mérito nuestro… De este artículo no es posible apartarse ni ceder un punto aunque se hundan el cielo y la tierra… En este artículo estriba todo cuanto enseñamos y vivimos contra el papa, el demonio y el mundo.»

El segundo artículo fundamental es que la justificación nos viene de Dios en Jesucristo por la fe. La fe sola justifica o nos hace santos ante Dios. El único pecado que el hombre puede cometer es por no creer o aceptar esta salvación que nos viene de Dios por Jesucristo.

El hombre por sí mismo es totalmente incapaz de esta justificación. Es totalmente gratuita. No la puede conseguir por sus obras y méritos.

La fe nos viene por la palabra de Dios. La Escritura es la única fuente de la palabra de Dios. Todo lo que no esté en la Escritura no es palabra de Dios.

Todo el sistema y orden eclesiástico —jerarquía, sacramentos, preceptos, vida religiosa, etc.— ha de ser revisado y reformado según el pensamiento de la Biblia. Toda la vida cristiana ha de ser una vida inspirada en el evangelio.

Roma y el Papado ha corrompido el Cristianismo. En la medida en que Roma se ha apartado de la Escritura y ha usurpado poderes que la Escritura no le ha dado, en esa misma medida hay que luchar contra ella como contra el anticristo. La lucha, por tanto, de Lutero será contra Roma como enemiga del Evangelio. Todo su odio hasta el final será contra Roma y el Papa.

De aquí arranca el sentido de protesta y de reforma del nuevo movimiento. Se busca un nuevo tipo de comunidad cristiana basada en la fe y en el bautismo. Originalmente no tiene jerarquía. La palabra de Dios se ha dado a todos los cristianos. Todos son sacerdotes. Cada uno es libre para leer, interpretar y explicar la Escritura según la inspiración del Espíritu. Ya vimos cómo Lutero no fue consecuente con este principio. Vimos también cómo se entregó en manos de los príncipes seculares a quienes se debió la extensión de la Reforma y su falsa imagen.

Con estos principios quedaba rota la unidad externa de la llamada Cristiandad, unida en una cabeza visible, el Papa. El movimiento de Lutero va vinculado a las nacionalidades e iglesias particulares. Responde a una Europa de las naciones independientes e insolidarias.


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