Almazara

Recorrido histórico

Las primeras almazaras peninsulares de las que se tiene constancia documental se remontan al s. II a.C., momento en el que Catón, en su tratado De Agricultura (h. 160 a.C.) menciona explícitamente, dentro de los distintos molinos hispanos (molas hispaniensis), los dedicados a la molienda de la aceituna. Estos ingenios, que eran de sangre (es decir, movidos por hombres, casi siempre esclavosmola trusatilis– o por asnos –mola asinaria–), constaban generalmente de una piedra fija o solera (mortarium), de grandes dimensiones, sobre la que giraba una muela cilíndrica, denominada orbe. Para evitar el destrozo del hueso de la aceituna —al que se atribuía erróneamente una influencia negativa sobre el sabor final del aceite— la muela cilíndrica giraba colgante de la llamada cupa, apoyada a su vez sobre el eje vertical de piedra denominado miliarium.

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