Lupercio estudió en la Universidad de Zaragoza y se preciaba de haber sido discípulo de Andrés Scoto y quizás oyese a Pedro Simón Abril, el famoso traductor de Aristóteles y Plauto. Aprendió muy bien latín y leyó con fervor a Horacio, del que tradujo algunas odas, y a los satíricos Marcial, Juvenal y Persio.
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