La Primera República : 27
La Primera República Capítulo XXVII de Benito Pérez Galdós Mi perplejidad y azoramiento me causaban una molestia enfadosa. Viendo que no hacían caso de mí, cual si yo fuera un ente invisible, quise llamar la atención de aquellos cíclopes con gesticulaciones violentas y gritos atroces. Entonces, uno de los herreros dejó a un lado su martillo y la pieza que forjaba, y se llegó a mí risueño. Al ver que al fin había logrado hacer acto de presencia, creo, señores míos... no estoy seguro de ello... creo que me expresé de este modo: «Pero los que aquí trabajan ¿son hombres o qué diantres son?». Antes de contestarme, el forjador se quitó el mandil de cuero dejando ver un tórax espléndido, cual yo no lo había visto nunca en carne mortal. La cabeza y el rostro eran de una hermosura sólo comparable a la que nos ha transmitido la estatuaria helénica. Con bondadoso acento me dijo aquel que diputé por superior a la estirpe humana: «Ya sé a qué vienes. La que...
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