El adjetivo perfecto aparece en dos lugares del Evangelio especialmente conocidos: «Sed, pues, perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto» (Evangelio de San Mateo 5,48); «Si quieres ser perfecto, ve, vende cuanto tienes, dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo; y ven y sígueme» (Evangelio de San Mateo 19,21). Los estudios exegéticos han puesto de relieve cómo en ambos textos se habla de una cualidad que debe poseer todo cristiano; más aún, en ellos no se hace referencia a un crecimiento o a un progreso, sino que enuncian condiciones indispensables para acoger el mensaje salvífico. Este dato merece ponerse especialmente de relieve con respecto al texto de Evangelio de San Mateo 19, teniendo en cuenta el uso que históricamente se ha hecho de él.
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