Belleza traidora Los montañeros, para quienes el mero hecho de respirar se convierte en una tortura, tienen motivos para temer por su vida en esta cascada de hielo que reluce al sol con su traidora belleza. Los ruidos sospechosos, que emanan del glaciar –único camino a la cima–, son frecuentes síntomas de una catástrofe inminente: en 1924, dos miembros de la expedición británica al Everest encontraron la muerte al quedar atrapados entre las grietas que se abrieron de manera inesperada. El capitán John Noel, fotógrafo de la expedición –quien, premonitoriamente, renunció a la conquista de este «símbolo de la eternidad»–, describía con las siguientes palabras la imagen más peligrosa del monte: «Una pirámide inaccesible gris y blanca, con caras escabrosas, que se yergue desnuda y amenazadora en la maravillosa claridad de un aire enrarecido.»